Apropósito del “octubre rosa”, mes en el que se promueve la lucha contra el cáncer de mama, nos pareció ideal tocar el tema de uno de los métodos que contribuyen a la detección de esta enfermedad, la termografía.
Cuando hablamos del cáncer de mama, sabemos que muchas ideas decisivas pasan por nuestras mentes, por ello es importante que antes de tomar cartas sobre el asunto se evalúe el panel de opciones que se tiene, para asegurar de esta manera un diagnóstico y las medidas posteriores al mismo.
La termografía es una prueba no invasiva, que está aprobada por la Administración de Alimentos y Medicamentos en Estados Unidos (FDA por sus siglas en inglés), no requiere radiación y se vale de una cámara infrarroja con la que se mide la temperatura de la piel en la superficie mamaria y genera una imagen de éstas. También se le conoce como imagen térmica, no se introduce nada dentro del cuerpo del paciente y no produce dolor.
Los tumores, sobre todo los de seno, tienen una generación de calor metabólica más alta porque las células se reproducen más rápido que en tejido normal, con la termografía esas variaciones pueden ser vistas.
Según el instituto Termografía Panamá, esta prueba es considerada como un método seguro, que no genera compresión, dolor ni radiación a las mamas. Puede ser aplicada a todas las mujeres, incluyendo embarazadas, lactantes, jóvenes y con implantes de senos. Por su parte, la mastectomía por ser radiación ionizante, no puede practicarse más de tres o cuatro veces al año, ni hacerse en mujeres en estado.
Con el mecanismo termográfico se logran identificar en las mamas los cambios fisiológicos anormales que pueden derivar del desarrollo de un proceso canceroso. Sin embargo, hay que resaltar que tanto la termografía como la mamografía funcionan como herramientas de tamizaje o medición. El diagnóstico definitivo de cáncer se hace únicamente a través de una biopsia.
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