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Si andas buscando un pedacito de paraíso para escapar de la rutina, ¡¡¡bienvenida a este post!!!

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Estrés, ansiedad, exceso de trabajo…

Estaba cansada de vivir rápido, así que opté por regalarme unas mini-vacaciones.

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Y ahora que Guanajuato está de moda, no dudé en elegir a San Miguel de Allende como destino.

Me quedé en el hotel Grand Las Nubes, que está a 13 minutos en carro del centro de San Miguel.

Este hotel forma parte del grupo Inmense Hotels, que tiene presencia en San Cristóbal de las Casas, San Luis Potosí, la CDMX, Los Cabos, Cholula y Playa del Carmen, entre otras ciudades.

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¿Por qué me quedé aquí?
– Porque ya me había hospedado en el hotel Mala Vecindad de Playa del Carmen (Grand Las Nubes y Mala Vecindad son hermanos)
– Porque una vez me tomé unas fotos en el hotel Mala Vecindad de la CDMX – Porque me lo recomendaron muchísimo (mi amiga Mariel, la tiktoker más influyente del mundo infantil, vino el año pasado y le encantó)

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Las 3 cosas que más me gustaron de mi estancia en el Grand Las Nubes fueron:

– Que pedí pizza al horno ¡¡¡y me la hicieron a mi gusto en tan sólo 15 minutos!!! (qué Domino’s ni que ocho cuartos)
– Que pude escribir súper a gusto (el internet llega perfecto y mi recámara tenía un secreter de ensueño)
– Que me desconecté de la realidad (bastaba con salir a caminar o meterme al jacuzzi)

Sobra decir que el servicio de Grand Las Nubes es realmente cálido y que puedes ir en plan de soltera, de workaholic, de romance o de amigas.

Las habitaciones son bastante grandes y los espacios comunes están súper amplios, así que no hay pretextos para no salir huyendo de la rutina (sea ésta en época de pandemia o no, en realidad siempre es bueno darnos nuestros breaks).

UN PUEBLO REALMENTE MÁGICO

Recientemente había visitado los pueblitos de Comonfort y Dolores, en Guanajuato; también invitada por el Estado viajé a Celaya. Una cosa llevó a la otra y esta vez mi escapada fue a San Miguel de Allende, que está a sólo 3 horas aprox de la Ciudad de México.

Me dio mucho gusto ver que sí había turismo y que todos estábamos tomando las medidas de higiene necesarias para evitar la propagación del masacrador y alucinadísimo tumba-economías Covid-19.

Aunque había algunos puntos cerrados, como el Mirador, sí estaba abierta la Explanada Central (con sus respectivas puertas sanitizantes), así que pude tomarme la clásica foto con la Iglesia de San Miguel Arcángel; aproveché la ocasión para echarme un hocho.

También tuve oportunidad de tomarme un mezcalito y disfrutar de los dulces típicos de la región: los famosos tumbagones (muy ricos) y los Pedos de Monja… La neta me da un poco de asco que estos chocolates tan gourmet se llamen así, pero bueno, me compré una bolsita con tal de probarlos.

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Algo que me llamó la atención -y que nunca me había fijado- es que en San Miguel están prohibidos los letreros gigantes, ultra-llamativos. En su lugar, las tiendas colocan listones o flores para llamar la atención de los transeúntes. Gracias a esto se me ocurrió decorar la puerta de mi recámara de una manera súper original (prometo compartirla en un próximo post sobre “ideas de decoración”).

Eso es lo bueno de tomar los turibuses (camioncitos turísticos) de todos los lugares que visito, una costumbre que te recomiendo ampliamente, pues es una empapada exprés de la cultura, las leyendas y los sitios emblemáticos del destino en cuestión que estemos visitando.


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