EN LA SALUD, SOMOS FAROL DE LA CALLE

Tan dada por hecho, tan olvidada la de una misma, tan priorizada la de los demás…

Cada Año Nuevo o cumpleaños de alguien querido le deseamos salud, dinero y amor (generalmente en ese orden). Pareciera, –y quien se precie de haber perdido la primera de la tríada–, sabe que lo demás emana y no se disfruta si carecemos de ésta. Sin embargo, siendo realistas, y al ver las estadísticas, las mujeres tendemos a dejarnos al final de la lista;primero velamos por la de los hijos, los padres, los esposos, los hermanos, amigos y hasta andamos ahí recetando e inyectando a los vecinos; ¿pero la propia?, bien gracias…

Para empezar, noto cómo nos hemos desensibilizado de las sensaciones más básicas por estar cumpliendo con el rush de nuestros ajetreados días. Desde chica comencé a saltarme comidas, a devorar cualquier alimento espantoso y llenador para que la panza “no me estuviera molestando con sus requerimientos hambrunos”, pues yo estaba ocupada y siempre tenía prisa. Conducta que sigo viendo ahora en mi oficina, sí, mayoritariamente en las de nuestro género. Toda la mañana a recalentar nuestra taza de café y luego córrele a la tiendita y échate algo “panoso”, mientras sigues tecleando. Pero claro, unas horas después, cercanas a la noche “compensamos” esa carencia con tremendos atracones.

“Tanis, después de ser madre ya NUNCA de los NUNCA vas a volver a dormir, aunque tus hijos tengan veinte”.

Nos olvidamos también de las requeridas 7 u 8 horas de sueño y, a lo mucho, medio pestañeamos unas 5 en promedio. Y conozco algunas que de esas 5, dedican 4 a “ensoñar” los próximos pendientes, convirtiendo al sueño en una especie de duerme-vela (como decimos en México). Ya no hablemos de adquirir una almohada cómoda, un colchón decente. Recuerdo regresar tras mil madrugadas de fiesta a casa de mi madre y ella siempre responderme con frases más coherentes que las mías propias. Un día le pregunté al respecto y dijo: “Tanis, después de ser madre ya NUNCA de los NUNCA vas a volver a dormir, aunque tus hijos tengan veinte” … ¡Dios mío! ¿Pero por qué los papás logran roncar profundamente al lado?

Las propias dolencias también las hacemos menos. Si me duele la cabeza, “ya se me pasará o luego busco una aspirina”; si me punzan las piernas, “uy pues, si me la paso sentada/parada horas por mi trabajo”; si todos los días es un suplicio ir al baño; “¡uy pues de esto ni hablar!”; si siento que se me parte la columna vertebral entera, “uy pues giro el cuello de un lado a otro y sigo con mi vida”; si me salió una bolita “uy pues ahí veo si se me quita con los meses… ahorita paso al doctor anexo de la farmacia” (pero a tu hijo sí lo llevas a Houston si es necesario ¿cierto?)

No te digo que caigamos en el extremo de la hipocondría, ni corriendo al médico con cada estornudo, ni te pido vivir poniendo el foco en torno a las enfermedades y querellas… pero es muy cierto que aquello que desdeñas sobre ti misma puede ser el síntoma de algo grave, pueden ser los primeros avisos de tu organismo, puedes estar a muy buen tiempo o, simplemente, porque puedes y mereces vivir mejor… ¿por qué no te atiendes cómo, dónde y cuándo lo necesitas?

¿Por qué vamos al doctor hasta que ya se complica o es grave?

Si atendemos mejor que Florence Nightingale los azotones de los hijos, las molestias estomacales del esposo, las crudas del novio, las febrículas del bebé, el embarazo de la mejor amiga, la colitis de la cuñada, la gripe del portero del edificio, el ojito cheche de nuestra mascota… ¿por qué demonios no atendemos lo propio?, ¿por qué vamos al doctor hasta que ya se complica o es grave?, ¿por qué no gastamos en nosotras?, ¿por qué no pedimos ayuda a otros para poder reestablecernos y sanar?…

Hay muchas teorías, principalmente de género, que responden a estas interrogantes: que si nos han educado a ser más serviles y oprimidas, que si la cultura ha impuesto nuestra figura de sacrificio, carencias psicológicas, como la falta de autoestima y autovalidación, la personalidad codependiente; sentirnos útiles a través de resolver las cosas de los demás y otras tienen que ver con la naturaleza materna y protectora femenina, etc…

Tampoco estoy diciendo que cuidar de los demás sea algo negativo, al contrario, ya que hablamos de Nightingale, quien sepa su fascinante historia, comprenderá cómo surgieron las necesarias enfermeras, dando cuidados a los hombres heridos de guerra. El problema radica en hacerlo sólo para con los demás y no hacerlo con nosotras mismas, en ir tan tarde al doctor o a los análisis.

 El año pasado que trabajamos con el FUCAM, (la fundación que atiende a mujeres con cáncer de mama) brindó alarmantes y alentadoras cifras. Hablando tan solo de México, en palabras del doctor Carlos Domínguez Reyes, director general médico de esta fundación.

Al año ocurren 20.000 casos nuevos y suceden de 5.500 a 6.000 defunciones en ese mismo periodo… pero si el cáncer de mama se detecta a tiempo, 98% de las pacientes se pueden curar”.

¿Qué es detectar a tiempo? Simple, que te observes, que te hagas caso, que revises tu cuerpo, que te otorgues y exijas descansos en la vida, que pidas ayuda y consultes, que inviertas tiempo, dinero y esfuerzos en ti, que te atiendas con especialistas de los meros buenos, que no dejes de hacer tus revisiones semestrales y anuales correspondientes y que, a veces, utilices el poder de las frases: “no” y “yo primero”.

De todo corazón espero que sigamos larga y saludable vida en estas filas. Ahora sí, con todo el significado amplio de la palabra: les deseo salud queridas mujeres.

 

 

 

 


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