Por naturaleza tiendo a sentirme bien estando conmigo misma, escuchándome, disfruto mis periodos de soledad y lo que es más, los busco. Luego entonces estaba convencida que esta pandemia iba a salirme muy barata, la vislumbre sencilla y me dije a mí misma, “van a ser enchiladas”.

Pues no, no lo está siendo.

El encierro me ha retado mucho, tengo estados de ánimo que van de los más pacientes a los más intolerantes y la mayoría de los viernes por alguna razón inexplicable despierto mal humorada. Descubrí que para contrarrestar tal estado de ánimo me sirve mucho hornear: preparo panes, pasteles brownies, todo vegano, me hace sentir mejor, aunque no me los coma.

Las solteras la tienen bien fácil

Lo he escuchado en varias partes, leído en algunos lugares, visto videos de TikTok y hasta en pláticas de WhatsApp con mis amigas casadas se dice que por ser solteras el confinamiento es pan caliente, nos pasa desapercibido, basta con que le prendamos al Netflix ¡y ya!

Bueno, no sé de casos particulares, pero el mío no es así.

Es cierto que no tener hijos ni marido supone un escenario diferente, aunque no necesariamente más sencillo en responsabilidades.

En lo personal, además de mis obligaciones académicas, familiares y laborales lidio con otros temas que estaban arrejolados en mi mente, fantasmas han venido a visitarme y me ha dado sorpresas, haciéndome sentir insegura, triste, ajena, insuficiente, es más, hasta fea y por supuesto ¡paranoica!

Me da zozobra salir a hacer mis compras, regresar con el coronavirus y PUM, contagiárselo a mi madre que es persona de alto riesgo. Incluso he pensado que si me muriera de Covid19, ¿quién cuidaría de mi cachorra de la manera que lo hago yo…? Pasan tantos y tantos pensamientos que a veces, sencillamente es demasiado y NO, no es más fácil.

Las 4 de la madrugada

Las primeras tres semanas se fueron leves, hasta diría que divertidas, me diseñé una rutina que iba algo así: leer, hacer ashtanga yoga, arreglarme de pe a pa, desayunar y lavar trastes, meterme a las redes sociales, adelantarle a mi tesis, escribir de vida vegana, hacer de comer al mismo tiempo que hacía videos de recetas de cocina vegetal, comer, tomar café y lavar trastes. Seguir con la tesis y mis tareas, ver la rueda de prensa de las 19:00 horas, pasear a Quinoa, regresar y hacer ceremonia de limpieza de ambas. Bañarme, tomar la merienda, ver Botched con mi madre, ¿y qué más? Sí, lavar trastes, leer y dormir. Dejar los sábados para el quehacer general (más trastes), los domingos para hornear/cocinar algo nuevo (trastes), hacer zooms sociales y diseñar el menú de la semana por comenzar.

Todo iba bien hasta que comencé con el insomnio, a despertarme a la cuatro de la mañana y no poder calmar la mente, dormir una hora menos por el horario de verano, no querer levantarme al día siguiente, obligar a mi cuerpo a hacerlo. Estar cansada para escribir, tener que y además a marchas forzadas porque los calendarios siguen, ser incapaz de concentrarme, sentirme triste porque no rendía, recriminarme mi improductividad, acumular la sensación, estar emocionalmente saturada, físicamente agotada, segura de estar infectada de Covid19 y por demás sensible. Llorar sin motivo aparente, sollozar por los animales de los mataderos (y en los mercados húmedos), tener un estado de ánimo de desesperanza y desgane, no pensar en antojos, es más… ni sentir apetito sexual, ¿qué carajos es eso?
Estas últimas dos semanas ese ha sido mi devenir, hay días nostálgicos y días buenos, pero eso sí, todas las noches sin excepción (y desde hace 5 años) escribo en mi libreta de agradecimientos. ¡Sí!, siempre hay algo por lo que dar las gracias al universo.

¿Qué haré saliendo?

Le debemos muchas lecciones a esta cuarentena, algunas las aprenderemos, otras las aprehenderemos y en los etcéteras las demás las olvidaremos, dicen los científicos sabiondos. Yo de corazón creo que al salir nada va a ser igual, a veces hago el ejercicio de imaginar cómo retomar mis actividades y en esas proyecciones la realidad ha cambiado, yo he cambiado y tú también. Sin embargo sí sé qué deseo hacer al salir: quiero abrazar, dar abrazos largos y apretados al por mayor, ver a mis amigos hasta enfadarme de ellas y de ellos, añoro esa interacción física, invitarlos a comer, alimentarlos. Apapachar a mis sobrinos, hacerles bullying y que me lo paguen de regreso. Quiero estrechar a mi madre, vivo con ella y no la abrazo desde que esto comenzó. Especialmente deseo acariciar mi alma nuevamente, darme chance, regalarme todos los chances y llevármela más light. Lo sé, finalmente eso debo hacerlo ya, antes de salir del confinamiento…

#GoVegan y resiste, muchas nos sentimos igual.


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