Soy mujer, y algún día tuve 15, 17, 19, 21 años… por mencionar esa época en la que la energía comenzó a correr por mi cuerpo, empecé a sentir cosas… ¡¡¡COSAS!!! Que no sabía explicar, y a veces me hacían sentir como ardiente, como fuego, y no sabía qué hacer con ello.
En algún momento toqué mi vulva y algo inexplicable -como fuegos artificiales que explotaban- sentí… y debo confesar que fue muy placentero, aunque culposo… y a esa edad pues la culpa abrumaba mucho. Sentía que Dios… que estaba más allá de mí, sentado en su nube y viendo todo -porque todo lo ve- pues me estaba viendo y me castigaría por hacer cosas sucias, pecaminosas; eso que no es correcto que una señorita decente -porque eso debía ser… ¡una señorita decente!- si quiera imagine.
Ente placer y culpa
Empecé a vivir entre el placer y la culpa, algunas veces ganaba el deseo de sentir “rico” y luego me arrasaba la culpa y ¡¡el perdón, perdón, perdón!! para compensar. Era un ir y venir que ocupaba tiempo en mi mente, en mis preocupaciones, y en mi remordimiento… no sabía qué hacer con ello mas que rumiarlo, no era tema que pudiera platicar con nadie… ¡Bendito sea Dios! ¡Cómo atreverme a consultarlo con alguien! mejor permanecer en la incertidumbre y correr del placer a la culpa, que era algo que ya sabía hacer y no había sido demasiado agobiante hasta ese momento.
Más grande… cuando tuve mis primeros encuentros cachondos con chicos, provenía de la misma ignorancia en la que había vivido, y solo me dejaba llevar por lo que ellos me decían y por lo que sentía. Y sentía rico, ¡más rico, muy rico! Y al mismo tiempo la vergüenza y esa sensación de culpa que agobiaba más porque estaba haciendo más cosas, que asumía que eran malas, y estaban prohibidas para una niña (señorita) de buena familia como yo.
¿Quién me habría explicado eso que sentía?
Nadie me había hablado de lo que era la sensualidad, el sexo, y todo eso que pasa en el cuerpo de un ser humano; no importa si es hombre o mujer, siente cosas en la adolescencia y es normal.
Claro, la expresión en cada cuerpo es diferente, los niños tienen erecciones y eyaculaciones, y las niñas tenemos sensaciones y calor que no se ve en una expresión física, pero se siente también.
Pues así, entre nuevas sensaciones de un cuerpo adolescente, culpas religiosas, deseos sexuales, desinformación generacional y medias pláticas de las amigas, llegué a mi adolescencia y atravesé una de las etapas más difíciles que vive el ser humano, sobre todo por la falta de información con la que uno vive en esa época.
Si alguien me hubiera dicho que iba a sentir que mi cuerpo despertaba, quizás me habría tomado menos desprevenida, que la masturbación es una práctica natural y es una forma de sentir y conocerme, es normal y no tiene nada que ver con la iglesia ni con el pecado, que una mujer también -como los hombres- tiene deseo sexual, y siente “cosas” en el cuerpo y todo eso es natural.
«Explorar es algo que vas a querer hacer, hazlo cuando lo sientas y ve poco a poco, sintiendo y despertando y conociéndote y explorándote… poco a poco vas a conocer más de lo que sientes. Y todo eso está bien.» ¡Si alguien me lo hubiera dicho!
Pero no… ¿cómo podría mi madre?, a quien nadie le explicó nada, que se fue por primera vez con un hombre cuando se casó y, aunque había hecho las cosas “bien” porque no hizo nada prohibido antes de lo debido, NADIE le explicó qué era sentir, qué era el sexo, ¡qué pasaría en su primera noche con su marido! Y sin nada que le diera antecedentes o algo de información la mandaron a la guerra sin fusil. Pero eso mismo le pasó a su mamá y a la mamá de su mamá y así.
Sex talk
En las generaciones anteriores no se hablaba de sexo a las mujeres, y supongo que a los hombres tampoco, pero ellos tenían permiso de explorar, así que entre amigos sumaban ignorancias y exploraban o alardeaban de cosas que decían hacer aunque fueran mentiras. Pero en las mujeres no, no se hablaba nada, por miedo a ser descubiertas pecadoras. Mejor jugábamos solas, en la intimidad del cuarto o baño, y nos arriesgábamos a condenarnos en silencio, ¡si bien nos iba! Porque otras reprimían las sensaciones por el mismo miedo a la condenación; aseguraban no sentir deseo ni sensaciones.
¿Y ahora?
Los tiempos han cambiado, las chicas de estos tiempos ya no se reprimen las ganas y las viven igual que el hombre. Desgraciadamente lo que no creo que haya cambiado mucho es el prejuicio que sentimos las mujeres porque seguimos viviendo la desinformación y la culpa del pecado. Y muchas veces sólo enterramos la vergüenza de sentirnos sucias o putas por ejercer la sexualidad con libertad. Es un tema que vale confrontar, cuestionar, sanar y perdonar.
Somos mujeres, y en la adolescencia carecemos de experiencia y conocimiento, y la transición de la infancia-pubertad-adolescencia es un tránsito intenso, no sabemos a dónde vamos y se nos exige como si supiéramos. Además, venimos de ese espacio (infancia) en donde se nos resuelve todo y justo en el tema sexual, en ese preciso tema que es tan importante e intenso y que domina de forma importante la adolescencia, nadie nos explica nada… O te dan LA clase en la secu, o prepa (no recuerdo dónde) y con eso asumen que ya lo sabes todo, pero no.
Lo importante es sentarte con tu puberta o adolescente, justo cuando empiezan con sus dificultades, obsérvala, escúchala, no la alecciones, solo está para ella. Y si ve la puerta abierta de tu corazón y tu sensibilidad se abrirá, si no hay juicio y crítica, seguirá abierta, y sí… sé que eso es mucho pedir para una madre, pero, ¿no habría sido bello para ti tener a tu mamá que se sentara contigo y te dijera:
“Hay hija… no tengo idea de lo que me hablas, cuando yo pasé por ahí me iba a casar y tenía pánico y así me la aventé. No tengo mucho que decirte en mi experiencia, pero aquí estoy para ti. Podríamos explorar juntas… cuéntame qué sientes… ¿¿ya te tocaste y sentiste rico?? Porque a mí me funcionó… aprendí sola. Pensé que era malo, pero esa es una tontería, y no quiero que lo pienses así tú. Es normal y te ayuda a conocerte: qué te gusta, en dónde sientes rico y así. Eso lo vives en tus espacios privados y luego con algún chico que te guste, a lo mejor cuando eso pase me puedo asustar, pero tenme paciencia, yo también estoy aprendiendo de estos temas. Poco a poco vamos a ir transitando estos momentos juntas. Y lo que sí quiero que sepas es que quiero estar para ti siempre que lo necesites. Y trataré de tener la mente lo más abierta posible para acompañarte en todo. Insisto que me tengas paciencia porque eso no lo viví yo, porque mi mamá no estuvo, así que estamos aprendiendo las dos, en estos temas, pero quiero que sepas que aquí estaré siempre. Te amo y quiero que este tránsito sea lo más amoroso y divertido para ti.”?
¡¡Imagínate!! ¿No sería fantástico? El hecho de recordar lo solas que quizás pasamos esas etapas, que sea el motor para no poner a nuestras hijas en la misma situación, ayudarlas hace que se sientan dignas y libres, y esas son las bases que queremos que las mujeres vivan desde edades tempranas. Por lo menos eso he querido yo para mi hija. Y estoy feliz de hacerlo así.
Serie despertar y permanecer despierta
Síguenos en redes sociales como @KENArevista: